DIMENSIÓN
RELIGIOSA
DE LA EDUCACIÓN
EN LA ESCUELA CATÓLICA
DE LA EDUCACIÓN
EN LA ESCUELA CATÓLICA
ORIENTACIONES
PARA LA REFLEXIÓN Y REVISIÓN
PARA LA REFLEXIÓN Y REVISIÓN
INTRODUCCIÓN
1. El 28 de octubre de 1965 el
Concilio Vaticano II aprobó la declaración Gravissimum educationis sobre
la educación cristiana. Ella
establece el elemento característico de la escuela católica: «Esta persigue, en
no menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la formación
humana de la juventud. Su nota distintiva es crear un ambiente en la comunidad
escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad, ayudar a los
adolescentes para que en el desarrollo de la propia personalidad crezcan a un
tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo, y ordenar,
finalmente, toda la cultura humana según el mensaje de salvación, de suerte que
quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del
mundo, de la vida y del hombre».(1)
El Concilio permite, pues,
subrayar como característica específica de la escuela católica, la dimensión
religiosa: a) en el ambiente educativo; b) en el desarrollo de la personalidad
juvenil; c) en la coordinación entre cultura y evangelio; d) de modo que todo
sea iluminado por la fe.
2. Han transcurrido ya más de
veinte años desde la declaración conciliar; por tanto, acogiendo las sugerencias
llegadas de muchas partes, la Congregación para la Educación Católica dirige una cordial invitación a todos los
Excelentísimos Ordinarios locales y a los Reverendísimos Superiores y Superioras
de los Institutos dedicados a la educación de la juventud, a fin de que examinen
si se han seguido tales directrices del Concilio. La ocasión, contando también
con los deseos expresados en la Segunda Asamblea General Extraordinaria del
Sínodo de los Obispos de 1985, no debe dejarse pasar. Al examen deben seguir
decisiones sobre qué cosa se puede y debe hacer, a fin de que las esperanzas puestas por la Iglesia en la misma
escuela y compartidas por numerosas familias y alumnos, encuentren respuestas
cada vez más eficaces.
3. Para dar cumplimiento a la
declaración conciliar, la Congregación ha intervenido en los problemas de estas
escuelas. Con el documento La Escuela Católica(2) presentó un texto sobre su identidad y su misión en el
mundo de hoy. Con El laico católico testigo de la fe en la escuela (3)
quiso valorar el trabajo de los laicos, que se suma a aquél de gran valor, que
han realizado y realizan numerosas familias religiosas masculinas y femeninas.
El presente texto se basa en las mismas fuentes, convenientemente actualizadas,
de los documentos anteriores y guarda con ellos estrecha relación.(4)
4. Por fidelidad al tema
propuesto, se tratará sólo de las escuelas católicas, esto es, de todas las
escuelas e instituciones de enseñanza y educación de cualquier orden y nivel
pre-universitario dependientes de la autoridad eclesiástica, orientados a la
formación de la juventud laica, que operan en el área de competencia de este
Dicasterio. Conscientemente se dejan sin respuesta otros problemas. Hemos
preferido centrar la atención en uno solo, antes que dispersarla en muchos.
Esperamos poder tratar de ellos oportunamente.(5)
5. Las páginas que siguen
ofrecen orientaciones de carácter general. De hecho, las situaciones históricas,
ambientales y personales difieren de
un lugar a otro, de una escuela a otra y de una a otra clase.
La Congregación insta, por
tanto, a los responsables de las escuelas católicas: Obispos, Superiores y
Superioras religiosos, Directores de centros, a que reflexionen sobre tales
orientaciones generales y las adapten a las situaciones locales concretas, que
sólo ellos conocen bien.
6. Las escuelas católicas son
frecuentadas también por alumnos no católicos y no cristianos. En algunos Países
constituyen, incluso, la gran mayoría. El Concilio era consciente de ello.(6)
Por tanto será respetada la libertad religiosa y de conciencia de los alumnos y de las
familias. Libertad firmemente tutelada por la Iglesia.(7)
Por su parte, la escuela
católica no puede renunciar a la libertad de proclamar el mensaje evangélico y
exponer los valores de la educación cristiana. Es su derecho y su deber. Debería
quedar claro a todos que exponer o proponer no equivale a imponer. El imponer,
en efecto, supone violencia moral, que el mismo mensaje evangélico y la
disciplina de la Iglesia rechazan resueltamente.(8)
(El texto es de la pag hh:www.vatican.va)
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